domingo, 8 de diciembre de 2013

MI VIDA Y EL MIEDO


¡Emprender!, crear una fuente de ingresos propia, añadir valor al mundo con una propuesta. Si has perdido tu trabajo, o no encuentras en qué ocuparte, crea tu propio puesto de trabajo. Emprende con corazón, haz algo en lo que creas, ames y concuerde con tus valores. Y sobre todo, no tener miedo. 

Muchas veces, no es la vida misma ni la falta de un determinado trabajo lo que nos paraliza, tampoco el dinero a pesar de su necesidad. Casi siempre, es el miedo el que verdaderamente nos paraliza, e impide que veamos nuestra vida y nuestros objetivos con claridad, lo que ocurre es que no somos conscientes de ello. 

Debemos tomar la decisión consciente, de que no queremos que éste miedo nos condicione, ni se haga el dueño de nuestra vida, porque de lo contrario le estaríamos entregando nuestro “poder” al miedo. Esa es la razón por la cual, cuando sentimos miedo e inseguridad, nos sentimos tan débiles energéticamente, confundidos y desorientados. No somos capaces de tomar decisiones, y, nos anulamos a nosotros mismos si nos dejamos llevar por él. 

“Dejamos de ser nosotros mismos, debido al miedo que domina nuestra voluntad. Es decir, impedimos que salga a flote todo nuestro potencial, toda nuestra luz y todo nuestro Amor” 

Todos nosotros sin excepción, tenemos un gran potencial, y, un Ser esencial dentro de nosotros, pero si no tomamos conciencia de ello, impedimos que nuestra luz brille como podría brillar cuando, en vez de afrontar el miedo, nos dejamos condicionar por él. ¿Y cuál es la consecuencia de esto? La consecuencia es que dejamos de ser, por miedo. Como decíamos anteriormente, impedimos que salga a flote todo nuestro potencial, toda nuestra luz, y todo nuestro Amor. 

Hay muchos tipos de miedo que nos impiden ser como nos gustaría: miedo al rechazo, miedo a sentirnos culpables, miedo a la crisis, miedo a sentir una determinada emoción, miedo a equivocarnos, miedo al cambio, miedo al fracaso, miedo a no ser queridos, miedo a la soledad, etc. 

Todos estos miedos, hacen que nosotros mismos nos cerremos las puertas dónde nos gustaría llegar, pero: ¿a qué tenemos miedo realmente? Nuestro mayor miedo, es el miedo en sí mismo. Es decir, miedo al mismo miedo, ésa es la respuesta. Pero si abrimos la puerta que hay detrás de ese miedo, nos daremos cuenta de que en realidad, no hay “nada”. 

“No hay nada a lo que realmente temer, si no entregamos nuestro poder a las emociones que provienen del miedo” 

Todo está en nuestra mente, y nuestra mente tampoco quiere tener miedo, porque nuestra mente también sufre. 

Entonces, integremos Todo lo que Somos, integremos nuestra mente y nuestros sentimientos de corazón, y nos daremos cuenta que nuestra luz pesa más que nuestra oscuridad. 

Y nos daremos cuenta de que éstas, vistas desde dimensiones superiores, son lo mismo; y que la oscuridad, no es más que un instrumento, o un obstáculo que tenemos que superar, para que aflore esa chispa divina que hay dentro de cada uno de nosotros. Es más, reconocer la chispa divina en el otro, también ayuda a que la reconozcas en ti y viceversa. 

Cada persona, cada situación, cada acontecimiento que hay en nuestra vida, en este momento, es decir: cada cosa que nos sucede, es lo apropiado, y, justo lo que necesitamos cada uno de nosotros para crecer y evolucionar. Lo que ocurre, es que casi nadie en general, sabe captar el mensaje o la respuesta que la vida le da a diario y tiene destinada para él, a través de todos los acontecimientos. El motivo, es que por lo general, llevamos un ritmo de vida estresante, en el que actuamos en automático, y casi nunca somos conscientes, ni de nosotros mismos, ni de la vida que nos rodea. 

Por lo tanto, tampoco hay que tener miedo a aprender, a los cambios en general, a salir de la rutina, a cambiar de vida, a la inseguridad, etc. Y si en un determinado momento nos sentimos perdidos, siempre podemos conectarnos a la Fuente, y, fluir con el campo de energía y amor que hay disponible para nosotros siempre en nuestro interior. Podemos encontrar respuestas, ya sea a través de una persona, una conversación, un libro, una “casualidad”, una película, una palabra que se repite constantemente, un sueño, etc. Solo tenemos que desarrollar la costumbre de una alerta consciente, o vivir el presente con consciencia, para darnos cuenta de ello. 

El mundo y la vida, están llenos de señales para nosotros, sólo que no nos damos cuenta por lo rápido que vivimos. Y para poder apreciarlas, lo primero que deberíamos hacer, es vivir más despacio en todas nuestras actividades cotidianas, no solo para no tener estrés, sino para percibir los mensajes y oportunidades que la vida nos envía a diario desde nuestro interior. Deberíamos también simplificar nuestra vida en general, vivir una vida más sencilla, para no apegarnos a tantas cosas, pues lo único que consiguen, es que tengamos que depender de ellas, para finalmente, desembocar en una insatisfacción constante. 

Y sobre todo, lo más difícil de conseguir, tener nuestra mente en el eterno presente, vivir el aquí y ahora (sin proyectar el pasado y el futuro que sabidamente, nos afectan de forma muy negativa). 

En verdad el momento presente, a excepción de nosotros mismos, es lo único que en verdad tenemos. El presente es tan sutil, que se nos escapa, pero en su eternidad discurre toda la vida misma. El presente no solo es lo único que verdaderamente existe, sino que si ponemos nuestra atención y consciencia en él, durante todas nuestras actividades diarias, no solo nos dará la respuesta a muchos de nuestros problemas, sino lo que es más importante, nos conducirá a la tan ansiada felicidad que casi todos buscan erróneamente en el exterior, y en las cosas materiales. 

Un ejemplo de práctica sería, la observación constante en ausencia de pensamientos durante todas nuestras actividades. 

De esta manera, conseguiremos estar en apertura, y, entonces aprendemos a Ser nosotros mismos, sin condicionarnos por el miedo, sacando toda nuestra luz, y reconociéndola ante cualquier cosa que se nos presente en este maravilloso camino, llamado “Vida”. 

Luis Ferrer Fernández

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