sábado, 5 de abril de 2014

LA ALEGRÍA DE ENVEJECER


Me encontraba en el pueblo este verano, cuando me acerqué a saludar a un paisano, que se había detenido en la acera antes de cruzar la calzada.

- ¿Qué tal te va la vida?
- Pues...no me va muy bien,-me respondió alzando los brazos y con una vaga sonrisa-. Ya ves, cada día más viejo.

Seguí caminando mientras me decía a mí mismo que ésta era la verdad que nos amenaza a los que nos vamos haciendo mayores casi sin darnos cuenta: envejecer, estar cada día más débiles y achacosos. Al llegar a casa sentí cierta inconformidad y desazón dentro de mí. ¿Por qué hacerse mayor ha de ser triste?. ¿Es posible envejecer con alegría? esta pregunta que me hacía personalmente, la querría lanzar a los demás como una propuesta noble y un reto.

Generalmente la sociedad piensa que envejecer es triste. Piensan en el viejo como la persona acabada, que ya no es capaz de desarrollar ninguna actividad. Así lo sienten muchos ancianos cuando se les oye decir: "La vejez es muy fea". A pesar de ello me resisto a creer que envejecer es necesariamente triste.

Envejecer es llegar a la madurez de una vida, es subir una cumbre, que no todos alcanzan. Quien no lo consigue pierde la oportunidad de su vida; de algún modo queda truncado. Quien muere antes de envejecer rompe el proceso de su vida. Se llega a viejo porque antes se ha sido niño, joven y adulto.


El principal problema del anciano, como en cualquier etapa de la vida, es no saber qué hacer, sentirse inútil o un estorbo a veces; considerarse a sí mismo un ser "acabado", pensar que ya lo tiene todo hecho. Este sentimiento es negativo y deprimente. En eso tienen mucho que ver las personas que les rodean y el modo de tratarlos y de relacionarse con ellos.

¿Siempre hay algo que hacer mientras se vive?. Un viejo no es necesariamente una vida acabada, sería un muerto. Tampoco la jubilación es una muerte anticipada; aunque alguno la pueda vivir así. El retiro de un trabajo o actividad fuerte nos da la oportunidad de buscar otro trabajo y actividad más libre y adaptados a nuestra edad y a nuestras fuerzas actuales. No se le pide al anciano más de lo que pueda hacer.

Lo que importa es reorientar la vida del anciano, dirigirla hacia la meta, saber lo que puede hacer y por qué. Siempre, mientras vivimos, estamos en edad de crecer. Cada día es una oportunidad que se nos brinda de colmar nuestros años y nuestra vida de amor, de perdón y de servicio. No hay tiempo que perder, ni podemos malgastarlo en lamentaciones estériles. Un gran secreto para saber envejecer es vivir el presente, el precioso regalo del nuevo día, celebrando cada día que estamos vivos al levantarnos por la mañana, y retirarnos agradecidos al llegar la noche.

El que sabe envejecer tiene la oportunidad de pensar con serenidad en la muerte, de verla venir de frente, de aprender a encajarla como parte de su vida; con la esperanza que nos da la vida nueva y plena que nos garantiza Jesús muerto y resucitado a quienes confiamos en Él y tratamos de seguirle hasta la meta.

¡Alegrémonos de haber nacido! y disfrutemos de la alegría de envejecer y madurar día a día.

MIGUEL ROS, Capuchino
Orientador Familiar del TE de Valencia.
                                            

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