sábado, 24 de mayo de 2014

ESTO ES AMOR, DEL GRANDE

Los vi a lo lejos. Me parecieron dos estatuas de bronce de esas que todas las ciudades han colocado en sus calles. 

No eran dos estatuas sino una pareja de ancianos pegados el uno al otro. ¡Qué no se sabía quien llevaba a quién!. 

Los dos muy bajitos, como caballitos de mar cansados de navegar y de dejarse llevar por la corriente. Ella muy encorvada, como si fuera a romperse o caerse despacio y en cualquier instante. Su mano diestra se afirmaba en una cacha de madera de avellano. El la tomaba con su mano derecha, sosteniendo su débil cuerpecito. Ella sólo miraba el horizonte que le apuntaba el suelo. 

El levantaba algo la vista. Lo suficiente para no tropezar con las señalas de tráfico o atisbar el asfalto de los pasos de cebra o no chocar con ansiosos peatones. Sus pasos eran lentos, parsimoniosos, rítmicos. 

Dos tortugas humanas en el asfalto. 

Ya no había hablar en sus miradas y sus cuerpos perezosos oteaban el banco más cercano del parque. 

Al pasar me pareció que ella alzaba la vista y se encontraba, sabiéndolo , con la mirada más allá del sentimiento de él y que una voz le nacía del alma: “Estoy cansada”. 

“Ya lo sé”, le susurró él, como quien sabe un gran secreto. 

Aquel “ya lo sé” lo sentí embriagado de besos. 

Un mes más tarde, sigo enternecido por tan grande amor. 


Valentín Turrado
Voluntario del TE


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