viernes, 12 de septiembre de 2014

EL TELÉFONO DE LA ESPERANZA DE VALENCIA ORGANIZA UN CURSO PARA CONOCERNOS A NOSOTROS MISMOS

Del 9 al 12 de Octubre próximos, el Teléfono de la Esperanza de Valencia organiza una nueva edición de nuestro Curso "Conocimiento de sí mismo", perteneciente a nuestro Programa de "Agentes de Ayuda", y que ya cuenta con un gran prestigio y tradición en nuestra sede, siendo millares de personas las que han pasado por él a lo largo de los últimos años.


¿Qué es el conocimiento de sí mismo?

Conocerse a sí mismo es acceder al entendimiento profundo de la naturaleza humana, de la vida y del universo externo e interno. No por medio de teorías, sino a través de múltiples observaciones y tomas de conciencia. 
Conocerse es comprender la forma como nos desenvolvemos en la vida y tomar conciencia del vasto universo psicológico que se procesa detrás de todas nuestras acciones, palabras, determinaciones, gustos, disgustos, etc.
Nos conocemos cuando estudiamos de manera impersonal todos los fenómenos que se nos presentan en la vida. Cuando escudriñando y prestando atención nos hacemos conscientes de la verdad tal como es. De este conocimiento surgen la comprensión, la madurez, la autonomía, la libertad psicológica y la sabiduría. 
Podría decirse que el auto conocimiento es filosofía, si se comprende que el significado original de esta palabra es “amor a la sabiduría”
El descubrimiento, comprensión y experiencia de los mundos internos nos revelan la posibilidad de hacer un trabajo en los campos sutiles e imperceptibles de nuestro ser. 


¿Por qué estudiar y practicar el auto conocimiento?

Existen diversas razones que debemos considerar para comprender la importancia de conocernos a sí mismos...


1. No nos conocemos a sí mismos: 

Solemos creer que nos conocemos a sí mismos porque nos identificamos con una serie de atributos y condiciones superficiales como un nombre, apellido, color de piel, nacionalidad, profesión, nivel educativo, económico, inclinaciones políticas, religiosas, etc. Curiosamente, todas estas cosas que juzgamos propias de nuestra individualidad son producto de la influencia y de la imitación. Fueron tomadas del entorno, de la cultura y de la tradición. 
Nuestra psicología esta edificada con materiales prestados. Posee una estructura supremamente compleja de la que tan solo conocemos la capa más superficial. Todas nuestras actitudes, hábitos, creencias, temores, etc. tienen un profundo trasfondo inexplorado que las soporta y sostiene. 
La percepción superficial sumada a la carencia de cuestionamiento no nos permiten darnos cuenta que los pilares secretos en que nos apoyamos para existir están edificados en contradicción los unos con los otros. Hemos grabado del entorno un programa existencial con todas sus incoherencias y absurdos, y no nos damos cuenta que esto se refleja en nuestra vida en forma de problemas, condicionamiento y sufrimiento. 
Nuestras acciones y forma de ver la vida sufrirían una trasformación radical si conociéramos las bases en que están apoyadas. 
Cuando uno se hace consciente de lo poco que se conoce, da el primer paso en el camino del auto conocimiento. Entonces abre la puerta a un mundo inexplorado lleno de posibilidades y comienza a participar en la aventura de su propio despertar.


2. Ignoramos que tenemos la conciencia profundamente dormida: 

La mayoría de hombres pasamos toda la vida sumergidos en un profundo sueño. Sin embargo, lo trágico del asunto no es vivir dormido, sino ignorar el hecho y suponer que se vive despierto y con consciencia de Ser. Si supiéramos que vivimos dormidos, hablamos dormidos, comemos dormidos, trabajamos dormidos, caminamos dormidos, nos relacionamos dormidos, etc. Tal vez, en base a ese conocimiento, comprenderíamos la importancia de despertar. 
El sueño de la conciencia se procesa aunque tengamos los ojos abiertos. Nos hemos acostumbrado a vivir en distracción e inatención permanente. Abstraídos en sentimientos y actividades psicológicas involuntarias que no se corresponden con la realidad. La mente está siempre emitiendo información e imágenes en relación a todas las cosas. Clasificando, dialogando, suponiendo, imaginando, etc. 
Vivimos contemplando una película psicológica desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Algunas veces esta película puede ser trágica, negativa, fatalista y otras esperanzadora, pero su contenido siempre está distante de la realidad. Ni siquiera al dormir nos libramos de este proceso, porque en los sueños también se proyectan las fantasías, deseos y temores imaginarios que ocupan nuestra atención durante la vigilia.
Raras veces apreciamos la realidad tal como es porque todo lo interpretamos de acuerdo a los prejuicios, parámetros, dogmas y conceptos que hemos acumulado a lo largo de la vida. 
Nuestra conciencia pasa la mayor parte del tiempo abstraída en la proyección del pasado y del futuro, motivo por el cual somos insensibles a lo verdadero que se procesa en el momento presente.
Acostumbramos a vivir como robots, reincidiendo siempre en los mismos hábitos psicológicos que nos hacen sufrir y por los cuales cometemos una y otra vez los mismos errores. Si nos conociéramos a sí mismos podríamos percatarnos del estado de inconsciencia en el que vivimos constantemente; lo que nos permitiría comprender la posibilidad e importancia de DESPERTAR.


3. Ignoramos que ignoramos: 

Todas las personas sabemos muchas cosas, poseemos ideas acumuladas sobre diversos temas, desarrollamos opiniones y una visión particular de la vida. Seguramente hemos pasado por colegios y universidades. Hemos adquirido títulos y desarrollado habilidades intelectuales, profesionales, comerciales, etc. ¿Pero qué tanto hemos comprendido la vida y el significado del paso que hacemos por ella?

Creemos que sabemos mucho porque poseemos una inmensa variedad de conocimientos sobre el campo externo de la vida y no nos damos cuenta que en relación a lo interno podemos estar en condición de analfabetas. Desconocemos que la verdadera ignorancia consiste en no conocerse a sí mismo y en no poseer entendimiento sobre las realidades trascendentales de la vida.
Hemos desarrollado un juicio distorsionado que también cuenta como ignorancia, porque nos hace ver lo secundario como prioritario, lo ilusorio como real, lo feo como bello, lo útil como inútil, lo que carece de valor como valioso, lo perjudicial como benéfico y viceversa. Esta clase de ignorancia motiva los actos absurdos de los cuales surgen las diversas formas de sufrimiento. 
Curiosamente, podemos vivir en condición de intelectuales, doctores, profesionales o eruditos sin darnos cuenta que en el fondo nunca hemos dejado de ser ignorantes. Consideramos completa nuestra educación por aprobar cursos en instituciones educativas que solo nos preparan para encajar en el mundo y para cumplir una función en él.
¿Qué valor tiene poseer las ciencias que nos permiten vivir de forma productiva y eficiente cuando se carece de comprensión sobre lo interior, sobre los problemas humanos más cotidianos, sobre nuestros rasgos de inmadurez, sobre la naturaleza pasajera de todas las cosas, sobre las leyes que rigen la naturaleza, etc.? 
El estudio de la historia nos demuestra que el progreso de nuestra civilización ha sido exclusivamente superficial y que en el nivel humano, en cuanto a sabiduría y comprensión de la verdad continuamos siendo medievales. 
Las ciencias de la religión y de la filosofía han permanecido estancadas y actualmente se abordan de la misma forma a como se hacía siglos atrás.
La ignorancia ha sido desde la antigüedad una nociva tradición que se transmite de generación en generación. 
Adoptamos como propias las filosofías existenciales que tomamos prestadas y acostumbramos a usarlas como fundamento para edificar nuestra vida. Las aceptamos sin observarlas ni cuestionarlas, solo porque son válidas en el entorno y porque otros también las aceptan. 
Si reconociéramos que en relación a la vida, a lo interior y a la verdad nos hace falta mucho por entender, entonces abriríamos la posibilidad para acceder a otra clase de sabiduría. 


4. No somos libres 

La mayoría de personas consideran la libertad exclusivamente como una condición relativa al medio externo. Sin embargo, también existe la libertad interior, en relación a la cual podemos desconocer nuestro estado de esclavitud.

Si nos conociéramos a sí mismos podríamos darnos cuenta que en nuestro mundo interior hemos creado leyes, parámetros y condicionamientos que nos impiden ser libres e independientes. Descubriríamos que aunque externamente seamos libres, en lo interior somos prisioneros de nuestras supersticiones, manías, prejuicios, creencias, temores, obsesiones, deseos, vanidades, dependencias, vicios, etc. 
Vivimos en una cárcel al aire libre que nos acompaña a todos lados. Podemos viajar a una isla paradisiaca y sin embargo seguiremos siendo presos y continuaremos experimentando los estados anímicos de un interno.
Si frecuentamos constantemente las distracciones y entretenimientos, es para poder fugarnos parcialmente de la cárcel interior dónde la vida es amarga, condicionada, tediosa y difícil.
Lo curioso de este asunto es que muy pocos anhelan la libertad y por el contrario, son muchos los que aman sus cadenas. Como pájaros nacidos en cautiverio, desarrollamos apego a nuestra jaula, a la comodidad y seguridad que nos ofrece en relación al reto revolucionario de la libertad.
Absurdo es pensar en derrocar a los tíranos del mundo exterior, cuando en lo interior estamos subyugados por nuestros propios condicionamientos. 
Iluso es creer que se elige cuando no hemos desarrollado la sabiduría para ser autónomos y por lo tanto actuamos de forma masiva e inconsciente.
Los países que se consideran soberanos e independientes están poblados por hombres que son esclavos de sí mismos. La libertad exterior siempre será una fábula mientras no se haya conquistado primero la libertad interior.


5. No conocemos el amor

La palabra amor se usa deliberadamente para definir muchas cosas y para fundamentar muchos actos que nada tienen que ver con su significado legítimo. Es fácil confundir el amor con muchos sentimientos y sensaciones como el placer, el deseo, el apego, los celos, la dependencia, la necesidad, la satisfacción, etc.
Damos por sentado que somos conocedores del amor porque tal vez nunca hemos descubierto las contradicciones que hay en aquellos sentimientos con los que “amamos”.
Consideramos que todos los afectos y emociones que experimentamos hacia un pequeño y selecto número de personas son manifestaciones de verdadero amor. Sin embargo, si observáramos nuestras actividades afectivas podríamos descubrir que la mayoría de veces están motivadas por alguna clase de interés. Nuestros gestos de cariño, respeto y amabilidad tienden a ser una expresión estratégica para conseguir algo. ¿No son aquellas personas que más amamos, de quienes más esperamos? Entonces, eso que llamamos amor en realidad puede ser un protocolo, un compromiso o un simple intercambio de intereses afectivos. 
El verdadero amor es algo que está más allá de los sentimentalismos románticos y las frases poéticas que se expresan en palabras y no en los hechos. Es libre e incondicional. Lo que muchos hombres acostumbran a llamar amor tiende a ser una refinada y romántica expresión de egoísmo.
No podremos descubrir, conocer y participar del verdadero amor mientras continuemos creyendo que los actuales sentimientos que median nuestras relaciones son expresiones del amor. 
Si conociéramos el amor sería imposible la existencia de las discriminaciones, guerras, abusos, tiranías, violaciones, partidos religiosos, rivalidades, injusticias, miseria, etc. 
Si el amor fuera el pilar fundamental de nuestras vidas serían innecesarios los ejércitos, las leyes, los códigos civiles y las constituciones. 
El amor es el origen de muchas expresiones que hacen falta en este mundo. Una de ellas se llama “el respeto”.
Para liberar el verdadero amor es necesario cuestionar y revalorizar los conceptos que hemos desarrollado sobre él. Por esta razón, un ser que no está capacitado para conocerse y revalorizarse, tampoco estará capacitado para amar.


Por todas estas razones, te recomendamos la realización de este Curso, que según muchos de los participantes al mismo nos hablan de un antes y después en sus vidas después de hacerlo. Para más información puedes llamar al 963 91 60 06 o en el correo valencia@telefonodelaesperanza.org. También puedes informarte a través del enlace que figura a continuación, donde también encontrarás la ficha de inscripción. Sólo tienes que rellenarla y nos la envías.  


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